Pongo el juego a tu disposición. Dejo a un lado mis temores, mis miradas de tristeza camuflada, todo ese falso rollo cosmopolita de hombre sociable, y me quedo a oscuras frente a ti, sin más luz que el pequeño susurro que se oye en mi pecho. Quiero ir más allá esta vez, pero quizás sea demasiado rápido para tus cavilantes pisadas, que se demoran en acercarse hasta este incesante lapsus en el que me consumo.
No, no hay necesidad de explicaciones, esta vez somos tú y yo otra vez y nadie más, como tantas veces bajo la sombra de los árboles y el sol confidente.
Delira mi corazón en este momento, lo confieso, pero que más se puede esperar cuando se espera la respuesta de una mujer, solemne bestiario en que el amor aparece encerrado bajo siete espejos y un río que emana de tus labios, tan inseguros como hermosos.
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Ahh ya veo, necesitas tiempo...
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Pues como no dártelo, si es ese el que suele estrujarme hasta la última gota con sus pesadas huellas; y aunque que este segundo se esté desangrando como un cáliz, me basta con estar a tu sombra una vez más, y vivir en desconocimiento de ese fuego tuyo, que no se si me terminará matando o salvando.
O tal vez sea mejor tarjar estas palabras, tan tuyas como mías, y solo dejarnos llevar...