domingo, 29 de abril de 2007

Soledad, dulce soledad

Hoy soñé con un viejo amor.
Había una sombra, un encuentro y un voltear de espaldas. Ella estaba con otro, amando a ese otro, como antes de mis besos. Golpe bajo. Sentí mis hombros encogerse y mis pulmones llenarse de una pesadumbre tóxica. Fue como un hit a larga distancia, ya que sentí su silueta tornarse omnipresente y apuntarme secuencialmente con su mirada, reclamándome mis viejos desencantos, las locuras, las risas, los arrepentimientos, las ilusiones, el adios.
Bebí entonces un gran sorbo de la copa amarga que me alcanzaba, esa copa que se suele probar a diario pero que se diluye con el amor.
Y así llegaste, soledad.
Después un lapsus, un momento de no pensar y en seguida el tirón de la realidad, haciéndose el día con su despertar intranquilo, con su despertar sabor añoranza.
En eso divagué todo el día, hasta que me acordé de un poema que leí de Cortázar:
Billet Doux

Ayer he recibido una carta sobremanera.
Dice que «lo peor es la intolerable, la continua». Y es para llorar,
porque nos queremos, pero ahora se ve que el amor iba adelante,
con las manos gentilmente
para ocultar la hueca suma de nuestros pronombres.
En un papel demasiado.
En fin, en fin.
Tendré que contestarte, dulcísima penumbra, y decirte: Buenos Aires,
cuatro de noviembre de mil novecientos cincuenta.
Así es el tiempo, la muesca de la luna presa en los almanaques, cuatro de.
Y se necesitaba tan poco para organizar el día en su justo paso,
la flor en su exacto linde, el encuentro en la precisa.
Ahora bien, lo que se necesitaba.
Sigue a la vuelta como una moneda, una alfombra, un irse.
(No se culpe a nadie de mi vida.)
* * *
Me puse a pensar en aquellas veces que busqué a alguien por no sentirme solo, por llenar un vacío autofabricado, por querer librarme de una desconfianza y una inseguridad que realmente no es más que la sombra de un "quiero ser".
La pregunta que ahora me surge es ¿porqué te invocamos tanto, oh soledad, si sabemos que en nuestra incapacidad de entender las cosas nos destruirías? Aunque tantas veces te haya deseado, por rabia, por sentirme independiente, por saberme autosuficiente, oh querida y odiada, ¡como luego de desearte exclamaba déjate de pensar tantas estupideces!.
Esa relación ambivalente que sostenemos contigo cada día, ese pesar que anhelamos sentir, ¿será acaso una mendicidad de amor para llamar la atención? ¿o una artimaña para reconfirmarnos que no queremos estar solos?...
Una pequeña frase de Bécquer para meditar: "La soledad es muy hermosa. Cuando se tiene alguien a quien decírselo".

jueves, 26 de abril de 2007

Para escuchar con audífonos


Que curiosa suele ser la sensación de pasearse por Santiago con audífonos. Lo digo por que es lo que hago gran parte del día, y suele ser entre cautivante y melancólico. Cautivante por un lado, ya que ofrece un paisaje bastante distinto al que se puede percibir a diario. Podría enumerar lo que comúnmente ve cualquier otro, llámese autos, gente apurada, insomnio en las caras, dedos que hacen parar micros, caras heladas por el frío, micros que hacen parar dedos, bufandas con ojos sobresalientes, uniformes vestidos de niños, y así, seguiría enlistando cosas, mientras Pedro Aznar restalla con "Media Verónica" a cada lado de mis oídos. Pero no. Ir por Santiago con los audífonos puestos suele agregarle un toque sutíl, aunque exacto, a la armonía cotidiana. Algunos dirán de qué me habla este tipo, jajaja, y que se yo, con suerte logro distinguir entre el día y la noche, y voy a saber el por qué de los audífonos.

A ratos suelo jugar a hacer calzar las escenas que ocurren en la cotidianeidad con la música que voy escuchando, tal como si estuvieran en un video clip - de esos que pasan y se van por el cuadrado gris-. Es como si las personas que se suben a la micro y pasan a refugiarse - pegaditas así con sus brazos - del frío matinal (habrá que ver si la crónica Verónica reacciona), la señora que lleva a su hija semi viva al colegio y los viejitos que se agitan con su mirada triste en el consecutivo desplazamiento que les hacen por vivir aún, todos ellos formaran parte de un descomunal rodaje que se fabrica a punta de notas y carne.

(La vida es una cárcel con las puertas abiertas)

Otra de las cosas que me percato en mis audifonales paseos, es cómo el mundo se hace cada vez más lento, cómo si le quitaran una pila al reloj que funciona con tres, y el segundero vacilara un instante. Esa sensación - debo admitirlo - suele causar una alegría enorme en mí, ya que es la pausa ad hok que llega a frenar la diaria agitación: los "¡ahhhh! ¡voy a llegar tarde a la prueba de procesos!", "puta la wea, cagué con la ayudantía de taller" y demases que suelen ser nada trascendentes dentro de mi vida (media Verónica lamenta que el tiempo se consume y lo demás no cuenta).
En fin.
Que melancolía a la hora de zafar los audífonos.

martes, 24 de abril de 2007

Alfa



He aquí el comienzo de algo....

Si me preguntan que es, diré simplemente ni idea, o tal vez con el empujoncito que me permite la ansiedad de crear algo nuevo y su curiosidad pertinente, diré más agresivamente ¡no se que diablos!.
En fin, he aquí un algo, que por lo menos permitirá al mundo totalmente desconocido para mí (quién sabe), y por lo demás hasta inexistente, ponerse al corriente de quién es este individuo que escribe al otro lado de la pantalla, y que se dedica a probar como sus manos hacen bailar las teclas de su pc desgastado por la cotidianeidad.

Para que el asunto no quede a medias dentro de este diálogo (que así espero que sea), propongo un mate caliente y un poema de la nueva etapa del resto de mi vida, mientras observamos como Jimmy se incendia entre aguas que se deslizan entre ondas. Sin más preámbulos...


Tus sueños, mis delirios

Déjame soñar con este delirio,
en el que pienso que te tengo
y no te tengo, cuando te veo
como el pálido reflejo
de un tal vez, o como fragmentos
de hojas lanzados al aire
esperando que se resistan a caer,
y este sordo eco que oigo
y que no es otro que el de tus pisadas
al arrojarse lejos de mí
como lágrimas, cayendo de un cuentavidas
- aunque sería mejor
decir
cuentamuertes -.

Déjame soñar con tu delirio,
ese que me desperezaba por las mañanas
como un café cargado de tu deseo y de parques
a los que aún me cuesta volver,
pero que como me ayudan a sobrevivirte;
con esta sombra, que se planta
en mi muralla cada noche, desvelándose
ante la proximidad de tu recuerdo
y la agonía de saberse atrapada,
en la memoria de tiempos
que jamás fueron.

Al Dolor de Mi Gente