A veces despierta con náuseas por la mañana, y el desayuno que se supone debe dejarlo satisfecho, se convierte en una taza de té y en un miserable mendrugo de pan con algo de mermelada. No tiene idea de cómo hacer para no salir atrasado de su casa, solo supone que no es porque quiera, sino porque tiene el mal hábito de distraerse con facilidad y pegarse con lo primero que venga en vista. De vez en cuando la micro pasa justo cuando él llega al paradero, y entonces tiene la remota posibilidad de llegar a tiempo a clases. Hay veces en que el día no pinta tan mal como parece, y las probables oleadas de incomodidad que supone el toparse con cierta gente, no se hacen realidad.
Le angustia un poco la aparición de ella, si, pero aprende rápido a sobreponerse al momento, y entonces con un leve suspiro puede retomar su camino, habiéndola saludado o no. Sin embargo, le surge el viejo pensamiento masticado tantas veces... ¿miedo a la soledad?, ¿recuerdos que se niegan a ser olvidados?, ¿nostalgia de la situación? (porque está claro, ella[s] salió[eron] de la ecuación)... bah, too much thinkin' y pocas soluciones, pero la pregunta constante y sonante siempre está en el aire: ¿qué hacer para cambiarlo? ¿cómo abandonar el púlpito de los vencidos del corazón?. A esta altura el discurso del tiempo al tiempo se divisa como una frase vieja y amarga, donde 7 años la pisotean sin piedad. Queda tanto y tan poco por hacer, que las situaciones se vuelven todas de doble filo.
Ahh... Psicoanálisis, allá voy.
Ahh... Psicoanálisis, allá voy.