Publico ahora un cuento que escribí hace bastante rato, y que no había salido a la luz porque en su momento era muy comprometedor con mi intimidad... pero dadas las circunstancias, y que definitivamente he avanzado un montón respecto a cuando lo escribí, me atrevo ahora a arrojarlo al mundo, y que más da:
YUXTAPOSICIONES
Se levantó temprano en la mañana para ir a su trabajo, tomó un café con sabor a nada y partió en la primera micro que apareció en el horizonte. Habían pasado seis meses desde que había terminado con Nadia, y a pesar de que aún mantenían un contacto regular, e incluso, recaían en las mismas noches de piel y masoquismo, él tenía el secreto deseo de hacer que las cosas fueran como antes.
Llegó a su oficina tarjeteando justo a la hora, se sentó en su escritorio, y pronto sintió el palmoteo amistoso de Javier, su antiguo compañero de escuela y amigo de toda la vida, que había dado a parar junto con él en ese trabajo. “¿Cómo estás viejo?” – preguntó –, “ahí pelao, con los mismos atados de siempre” – respondió el otro. “Bah, pero no tienes pa’ que andar con cara de poto por la vida, si ya te vas a encontrar una mina que realmente valga la pena, no como la Nadia, que no se porqué sigues tan embobado con ella” – inquirió Javier, mientras se retiraba con una propuesta de ir a tomarse su trago a la salida de la pega.
Se quedó pensando mientras tecleaba y atendía a unas cuantas personas en su oficina, escuchando y asintiendo a la distancia, sintiendo las palabras que le rebotaban entre unos “bla bla bla”, pero que en el fondo poco importaban en ese segundo, porque tenía bien claro que mientras siguiera ahí en esa oficina, situado en ese edificio, tarde o temprano se encontraría de nuevo con ella, su verdugo con curvas de mujer. Un suspiro, otra taza de café, tres llamadas telefónicas y de pronto las 2 de la tarde, hora del escape al mediodía.
Salió con Javier donde el “Tío Royal”, a comerse unas hamburguesas no muy nutritivas, pero sí llenadoras, y entonces le comentó acerca de lo que había masticado entre pensamientos toda la mañana. “¿Sabes pelao? es primera vez que me siento tan cagado por una mina… es como si simplemente no pudiera zafar hueón, como que la pienso y duele caleta acá dentro, aún después de lo que pasó seis meses atrás” – comentó. “Yo creo que igual fuiste bien pelotudo al no mandarla a la cresta de una” – dijo Javier con una mirada suspicaz –,” si después de todo te dijo que te había cagado y terminaron, pero a voh’ te dio lo mamón y no pudiste dejar de ser su “amigo”… en casos como ese simplemente uno no puede seguir siendo amigo, murió la confianza, murió el amor, simplemente queda su patá en la raja y chao no más” –. “Lo peor de todo es que tienes razón… pero como que no puedo, como que siento un vacío de mierda acá dentro, que no se que es” – suspiró, y tragó un sorbo de bebida que le ayudó a pasar ese nudo que se le había formado.
Tres horas después, sentado en su oficina y preparándose para irse, sintió un ruido de pasos en la dirección de su puerta, y esta, abriéndose de par en par, dio paso a una silueta que le dijo – “¿Quieres ir a tomarte un trago a mi departamento?” –, en ese momento él, alzando la mirada, la vió parada frente al marco de su puerta y respondió inseguro – “Demás, pero ¿puede ser después?, es que igual me comprometí con Javier a salir un rato antes”. “Ok” – le contestó –, “te espero allá”; entonces la puerta volvió a cerrarse con el mismo ímpetu, y sólo en ese momento él exhaló tranquilamente.
Tomó su chaqueta y partió a buscar a Javier, que lo llevó hasta un bar, y una vez allí pidieron dos ron-colas cargados. “¿Cachaste que vino a mi oficina?” – dijo al cabo de un rato, “ehh, ¿y con qué te salió esta vez? – inquirió Javier –, “que me pasara a su depa’ después” – contestó. “Tu ya conoces mi opinión al respecto, viejo. Esa mina sinceramente no es para ti. Si por último quieres huevear, búscate a alguien que no sea tan manipuladora y care’ raja” – exclamó Javier, ya un poco harto de tocar el tema –; “ese no es el problema… el punto va en cómo lo hago para tapar ese vacío que siento cada vez que no estoy con ella” – se defendió –. “Para mí que estás puro hueveando, tu problema va en que no sabí’ como estar solo, porque te la has pasado de mina en mina desde que te conozco, y si no, por último siempre tuviste su patraña loca por ahí”.
Eso último le llegó bien adentro. Tomó su vaso y se lo bebió al seco con que le quedaba de ron, entonces, se despidió de Javier y le dijo que se verían después, que ahora tenía que irse. “Intenta no arrepentirte después, y ojalá no me digas que te lo dije, porque ahí si que te voy a tener pa’l palanqueo un buen tiempo” – bromeó Javier mientras se despedía. Se lanzó a las calles a aplanar sus zapatos y seguir rumeando la situación, que lo tenía bastante complicado, sobre todo con la estocada que le había mandado Javier, acerca de su carencia de independencia respecto a las mujeres; pero aún así, habiendo tenido muchas en su vida nunca había logrado concretar algo realmente duradero con alguna, y eso si lo frustraba de verdad.
Decidió parar cuando dio cerca del Parque Bustamante, y se sentó en una banca a la cual le daba una luz de lleno. Echó la cabeza para atrás por unos minutos, luego se puso sus audífonos y comenzó a mirar acompasadamente como la gente transitaba, como si frente a sus ojos desfilaran las personas, armando una escena al ritmo de las notas de la banda que estallaba en sus oídos. Se sintió inspirado por aquella escena, y entonces tomando papel y lápiz procedió a escribir lo que le saliera, como tantas veces lo había hecho en su vida, que le servía como vía de escape y ordenar sus ideas. Comenzó con unas ideas fugaces que desechó rápidamente, pero pronto le asaltaron las palabras que escribió casi de corrido:
Ládano
Vuelvo a beber de esta fuente, vuelvo
con los días contados
sobre este lapsus que se repite
una y otra vez, este ciclo
cansado pero delicioso, como si jugáramos
a la escondida, buscando una y otra vez
ese indefinidamente algo
que no es nosotros,
sino piel y espera, cama y pasión,
sombras a la deriva.
Por instantes
deseo-desear(te), aceptar
lo que me ofrecen tus ojos;
por instantes anhelo
olvido, laxitud
y ni siquiera percibir tu nombre
que sulfura el aire,
ese que podría revivir y rematar
las cenizas secretas que yacen
en mi pecho - que por fuerza
ya deberían pertenecer a otra -,
coronarlas de tu piel
chamuscada en deseo, pero
que sabemos muy bien
que jamás perdurarán,
por que así como
si fuéramos luna y sol, solo seríamos
eclipse y nada más, una blanca flor
donde hubo verde, donde pasó el fuego,
el miedo, y la huida silente.
Luego de un rato de estar pensando acerca de lo que le pasaba, y de cómo situaciones como la que estaba viviendo se habían repetido constantemente en su vida, decidió caminar hacia la casa de Nadia, y una vez allá lo hizo pasar, sacarse la chaqueta y acomodarse en el sillón, por mientras que buscaba unos tragos. Tras una breve conversación, de esas que se sabe que son sólo relleno y tensión previa antes de lo que importa de verdad, él súbitamente preguntó, como si en un impulso se le escaparan las palabras y luego las hubiera querido atrapar con sus manos, “¿Alguna vez me quisiste de verdad?”; entonces, ella mirándolo serenamente le dijo, “Claro que sí, y lo sabes…” – “¿pero?” – “el problema es que me sentí insegura en muchos momentos… hasta que me cansé y decidí dejarme llevar por mis impulsos, y fue ahí cuando pasaste a segundo lugar”. Él, casi interrumpiéndola le preguntó como una recriminación, “¿Por qué sigues hasta ahora con esto?”, y ella respondió sin tapujos, “Por que sigo lo que siento, me gustas a mi manera, pero también me gusta saber que es algo que no me mantiene atada a nada”. Soltando entonces una risa cínica, dijo: “Que bueno es saberlo, me acabas de dar la respuesta que buscaba”.
Luego, tomando su chaqueta, dejó el papelito en el que había escrito el poema sobre la mesa, y caminó hacia la puerta serenamente. “¿Dónde vas?” – le preguntó ella –, “Sucede que me cansé de esta situación, de esta mentira que yo mismo me he inventado todo este tiempo, y de la cual tú no has sido más que el instrumento para mantenerla. Si algo tuve que hacer desde hace mucho rato, fue precisamente dejar que todo muriera el día en que me contaste que te metiste con otro, y no intentar convencerme de que todo volvería a ser como antes, porque ahora me percato de que realmente es imposible… Adiós Nadia, ojalá que el próximo no sea tan pobre diablo como yo lo fui”.
YUXTAPOSICIONES
Se levantó temprano en la mañana para ir a su trabajo, tomó un café con sabor a nada y partió en la primera micro que apareció en el horizonte. Habían pasado seis meses desde que había terminado con Nadia, y a pesar de que aún mantenían un contacto regular, e incluso, recaían en las mismas noches de piel y masoquismo, él tenía el secreto deseo de hacer que las cosas fueran como antes.
Llegó a su oficina tarjeteando justo a la hora, se sentó en su escritorio, y pronto sintió el palmoteo amistoso de Javier, su antiguo compañero de escuela y amigo de toda la vida, que había dado a parar junto con él en ese trabajo. “¿Cómo estás viejo?” – preguntó –, “ahí pelao, con los mismos atados de siempre” – respondió el otro. “Bah, pero no tienes pa’ que andar con cara de poto por la vida, si ya te vas a encontrar una mina que realmente valga la pena, no como la Nadia, que no se porqué sigues tan embobado con ella” – inquirió Javier, mientras se retiraba con una propuesta de ir a tomarse su trago a la salida de la pega.
Se quedó pensando mientras tecleaba y atendía a unas cuantas personas en su oficina, escuchando y asintiendo a la distancia, sintiendo las palabras que le rebotaban entre unos “bla bla bla”, pero que en el fondo poco importaban en ese segundo, porque tenía bien claro que mientras siguiera ahí en esa oficina, situado en ese edificio, tarde o temprano se encontraría de nuevo con ella, su verdugo con curvas de mujer. Un suspiro, otra taza de café, tres llamadas telefónicas y de pronto las 2 de la tarde, hora del escape al mediodía.
Salió con Javier donde el “Tío Royal”, a comerse unas hamburguesas no muy nutritivas, pero sí llenadoras, y entonces le comentó acerca de lo que había masticado entre pensamientos toda la mañana. “¿Sabes pelao? es primera vez que me siento tan cagado por una mina… es como si simplemente no pudiera zafar hueón, como que la pienso y duele caleta acá dentro, aún después de lo que pasó seis meses atrás” – comentó. “Yo creo que igual fuiste bien pelotudo al no mandarla a la cresta de una” – dijo Javier con una mirada suspicaz –,” si después de todo te dijo que te había cagado y terminaron, pero a voh’ te dio lo mamón y no pudiste dejar de ser su “amigo”… en casos como ese simplemente uno no puede seguir siendo amigo, murió la confianza, murió el amor, simplemente queda su patá en la raja y chao no más” –. “Lo peor de todo es que tienes razón… pero como que no puedo, como que siento un vacío de mierda acá dentro, que no se que es” – suspiró, y tragó un sorbo de bebida que le ayudó a pasar ese nudo que se le había formado.
Tres horas después, sentado en su oficina y preparándose para irse, sintió un ruido de pasos en la dirección de su puerta, y esta, abriéndose de par en par, dio paso a una silueta que le dijo – “¿Quieres ir a tomarte un trago a mi departamento?” –, en ese momento él, alzando la mirada, la vió parada frente al marco de su puerta y respondió inseguro – “Demás, pero ¿puede ser después?, es que igual me comprometí con Javier a salir un rato antes”. “Ok” – le contestó –, “te espero allá”; entonces la puerta volvió a cerrarse con el mismo ímpetu, y sólo en ese momento él exhaló tranquilamente.
Tomó su chaqueta y partió a buscar a Javier, que lo llevó hasta un bar, y una vez allí pidieron dos ron-colas cargados. “¿Cachaste que vino a mi oficina?” – dijo al cabo de un rato, “ehh, ¿y con qué te salió esta vez? – inquirió Javier –, “que me pasara a su depa’ después” – contestó. “Tu ya conoces mi opinión al respecto, viejo. Esa mina sinceramente no es para ti. Si por último quieres huevear, búscate a alguien que no sea tan manipuladora y care’ raja” – exclamó Javier, ya un poco harto de tocar el tema –; “ese no es el problema… el punto va en cómo lo hago para tapar ese vacío que siento cada vez que no estoy con ella” – se defendió –. “Para mí que estás puro hueveando, tu problema va en que no sabí’ como estar solo, porque te la has pasado de mina en mina desde que te conozco, y si no, por último siempre tuviste su patraña loca por ahí”.
Eso último le llegó bien adentro. Tomó su vaso y se lo bebió al seco con que le quedaba de ron, entonces, se despidió de Javier y le dijo que se verían después, que ahora tenía que irse. “Intenta no arrepentirte después, y ojalá no me digas que te lo dije, porque ahí si que te voy a tener pa’l palanqueo un buen tiempo” – bromeó Javier mientras se despedía. Se lanzó a las calles a aplanar sus zapatos y seguir rumeando la situación, que lo tenía bastante complicado, sobre todo con la estocada que le había mandado Javier, acerca de su carencia de independencia respecto a las mujeres; pero aún así, habiendo tenido muchas en su vida nunca había logrado concretar algo realmente duradero con alguna, y eso si lo frustraba de verdad.
Decidió parar cuando dio cerca del Parque Bustamante, y se sentó en una banca a la cual le daba una luz de lleno. Echó la cabeza para atrás por unos minutos, luego se puso sus audífonos y comenzó a mirar acompasadamente como la gente transitaba, como si frente a sus ojos desfilaran las personas, armando una escena al ritmo de las notas de la banda que estallaba en sus oídos. Se sintió inspirado por aquella escena, y entonces tomando papel y lápiz procedió a escribir lo que le saliera, como tantas veces lo había hecho en su vida, que le servía como vía de escape y ordenar sus ideas. Comenzó con unas ideas fugaces que desechó rápidamente, pero pronto le asaltaron las palabras que escribió casi de corrido:
Ládano
Vuelvo a beber de esta fuente, vuelvo
con los días contados
sobre este lapsus que se repite
una y otra vez, este ciclo
cansado pero delicioso, como si jugáramos
a la escondida, buscando una y otra vez
ese indefinidamente algo
que no es nosotros,
sino piel y espera, cama y pasión,
sombras a la deriva.
Por instantes
deseo-desear(te), aceptar
lo que me ofrecen tus ojos;
por instantes anhelo
olvido, laxitud
y ni siquiera percibir tu nombre
que sulfura el aire,
ese que podría revivir y rematar
las cenizas secretas que yacen
en mi pecho - que por fuerza
ya deberían pertenecer a otra -,
coronarlas de tu piel
chamuscada en deseo, pero
que sabemos muy bien
que jamás perdurarán,
por que así como
si fuéramos luna y sol, solo seríamos
eclipse y nada más, una blanca flor
donde hubo verde, donde pasó el fuego,
el miedo, y la huida silente.
Luego de un rato de estar pensando acerca de lo que le pasaba, y de cómo situaciones como la que estaba viviendo se habían repetido constantemente en su vida, decidió caminar hacia la casa de Nadia, y una vez allá lo hizo pasar, sacarse la chaqueta y acomodarse en el sillón, por mientras que buscaba unos tragos. Tras una breve conversación, de esas que se sabe que son sólo relleno y tensión previa antes de lo que importa de verdad, él súbitamente preguntó, como si en un impulso se le escaparan las palabras y luego las hubiera querido atrapar con sus manos, “¿Alguna vez me quisiste de verdad?”; entonces, ella mirándolo serenamente le dijo, “Claro que sí, y lo sabes…” – “¿pero?” – “el problema es que me sentí insegura en muchos momentos… hasta que me cansé y decidí dejarme llevar por mis impulsos, y fue ahí cuando pasaste a segundo lugar”. Él, casi interrumpiéndola le preguntó como una recriminación, “¿Por qué sigues hasta ahora con esto?”, y ella respondió sin tapujos, “Por que sigo lo que siento, me gustas a mi manera, pero también me gusta saber que es algo que no me mantiene atada a nada”. Soltando entonces una risa cínica, dijo: “Que bueno es saberlo, me acabas de dar la respuesta que buscaba”.
Luego, tomando su chaqueta, dejó el papelito en el que había escrito el poema sobre la mesa, y caminó hacia la puerta serenamente. “¿Dónde vas?” – le preguntó ella –, “Sucede que me cansé de esta situación, de esta mentira que yo mismo me he inventado todo este tiempo, y de la cual tú no has sido más que el instrumento para mantenerla. Si algo tuve que hacer desde hace mucho rato, fue precisamente dejar que todo muriera el día en que me contaste que te metiste con otro, y no intentar convencerme de que todo volvería a ser como antes, porque ahora me percato de que realmente es imposible… Adiós Nadia, ojalá que el próximo no sea tan pobre diablo como yo lo fui”.
Entonces, cerrando la puerta tras una perpleja Nadia – que en un principio intentó detenerlo, pero luego retrocedió – se perdió por las calles del centro, con la satisfacción que esa noche había dado un paso pequeño aunque doloroso, pero que tarde o temprano desembocaría en algo mejor, y que allá afuera, tarde o temprano, encontraría las respuestas a las interrogantes que ahora comenzaban a aclararse poco a poco.
- Pour toutes mes femmes, qui ont toujours été la même -
- Pour toutes mes femmes, qui ont toujours été la même -
No hay comentarios.:
Publicar un comentario