Que curiosa suele ser la sensación de pasearse por Santiago con audífonos. Lo digo por que es lo que hago gran parte del día, y suele ser entre cautivante y melancólico. Cautivante por un lado, ya que ofrece un paisaje bastante distinto al que se puede percibir a diario. Podría enumerar lo que comúnmente ve cualquier otro, llámese autos, gente apurada, insomnio en las caras, dedos que hacen parar micros, caras heladas por el frío, micros que hacen parar dedos, bufandas con ojos sobresalientes, uniformes vestidos de niños, y así, seguiría enlistando cosas, mientras Pedro Aznar restalla con "Media Verónica" a cada lado de mis oídos. Pero no. Ir por Santiago con los audífonos puestos suele agregarle un toque sutíl, aunque exacto, a la armonía cotidiana. Algunos dirán de qué me habla este tipo, jajaja, y que se yo, con suerte logro distinguir entre el día y la noche, y voy a saber el por qué de los audífonos.
A ratos suelo jugar a hacer calzar las escenas que ocurren en la cotidianeidad con la música que voy escuchando, tal como si estuvieran en un video clip - de esos que pasan y se van por el cuadrado gris-. Es como si las personas que se suben a la micro y pasan a refugiarse - pegaditas así con sus brazos - del frío matinal (habrá que ver si la crónica Verónica reacciona), la señora que lleva a su hija semi viva al colegio y los viejitos que se agitan con su mirada triste en el consecutivo desplazamiento que les hacen por vivir aún, todos ellos formaran parte de un descomunal rodaje que se fabrica a punta de notas y carne.
(La vida es una cárcel con las puertas abiertas)
Otra de las cosas que me percato en mis audifonales paseos, es cómo el mundo se hace cada vez más lento, cómo si le quitaran una pila al reloj que funciona con tres, y el segundero vacilara un instante. Esa sensación - debo admitirlo - suele causar una alegría enorme en mí, ya que es la pausa ad hok que llega a frenar la diaria agitación: los "¡ahhhh! ¡voy a llegar tarde a la prueba de procesos!", "puta la wea, cagué con la ayudantía de taller" y demases que suelen ser nada trascendentes dentro de mi vida (media Verónica lamenta que el tiempo se consume y lo demás no cuenta).
En fin.
Que melancolía a la hora de zafar los audífonos.
A ratos suelo jugar a hacer calzar las escenas que ocurren en la cotidianeidad con la música que voy escuchando, tal como si estuvieran en un video clip - de esos que pasan y se van por el cuadrado gris-. Es como si las personas que se suben a la micro y pasan a refugiarse - pegaditas así con sus brazos - del frío matinal (habrá que ver si la crónica Verónica reacciona), la señora que lleva a su hija semi viva al colegio y los viejitos que se agitan con su mirada triste en el consecutivo desplazamiento que les hacen por vivir aún, todos ellos formaran parte de un descomunal rodaje que se fabrica a punta de notas y carne.
(La vida es una cárcel con las puertas abiertas)
Otra de las cosas que me percato en mis audifonales paseos, es cómo el mundo se hace cada vez más lento, cómo si le quitaran una pila al reloj que funciona con tres, y el segundero vacilara un instante. Esa sensación - debo admitirlo - suele causar una alegría enorme en mí, ya que es la pausa ad hok que llega a frenar la diaria agitación: los "¡ahhhh! ¡voy a llegar tarde a la prueba de procesos!", "puta la wea, cagué con la ayudantía de taller" y demases que suelen ser nada trascendentes dentro de mi vida (media Verónica lamenta que el tiempo se consume y lo demás no cuenta).
En fin.
Que melancolía a la hora de zafar los audífonos.
4 comentarios:
A mi me pasa algo parecido…
Me pongo los audífonos y me siento en mi burbuja
En donde puedo adelantar, retroceder o repetir todo,
No existe el espacio para el error, para la diferencia
Y por eso mismo, no siempre, me siento como la gente que no escucha música
Con caras largas, medias dormidas y agrietadas por el cansancio
Con las mismas canciones siempre, y me cuestiono si las tengo pq me gustan
Yo también me siento vació, pero la diferencia es que me siento con música
Con una energía que moviliza mi cuerpo y hace que me imagine el mas eximio músico
La gente al verme sonríe, se hace el weon o reclama y regala improperios
Pero pico en el ojo con ellos... jajajajaja
Dependiendo del caso les devuelvo una sonrisa o una dura mirada
Y sigo haciendo y siendo lo que me gusta ser y hacer…..
Hasta que las pilas nos separen….música pasión mía..
Nos vemos viejin… saludos.. Seba lete :P
Es como si todo adquiriera ritmo y no cualquier ritmo , sino el tuyo.. con el que en las mañanas bailas mientras todos quieren dormir...
petronila del socorro
...gracias por mostrarme este espacio, sin duda es parte de la esencia que conocí cuando llegaste a la u...
y bueno, que puedo decir de santiago y de todo su ecosistema, no me gusta, aunque es un gran idea anestesiarlo con música, en especial en aquellos viajes que día trás día se agregan a mis huellas mnémicas, creo q cuando sea una persona mayor recordaré más experiencias en el metro y en la micro con el conductor, que las que tuve en la u con mis amigos y los profes, jajajjaja...... bueno parte de las paradojas de vivir en santiasko...
un abrazo fuerte amigo y gracias por estas tertulia virtual..
janemee campos
Qué increible el es la mecanicidad de la vida diaria, como dejamos de asombrarnos por las cosas que ocurren derredor nuestro.
más increible aún, como una pizca de sazón cambia todos los hechos. Música, aire limpio, un poco de amor.
En fin, creo que hay que dejar de actuar como robot e internalizar los condimentos en nuestro diario vivir, dejar la música embasada para dar paso a la armonía de nuestro mundo.
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