Ahhhh... nuevo día, nuevo amanecer, hombre que caminas sin cesar, ciego almático-vital-espiritual; emperrado en volver a revolcarte en tus bajezas como puerco en la ciena, amarrándote a tus pasiones abruptas, saqueando tu humanidad con la animal cotidianeidad, esa bestia escurridiza que hay en tí.
Tantos te cantaron, oh soberana torpeza incrustada como el cenit de nuestras vidas, en el esfuerzo por llegar a amarte, en aceptarte como se acepta la vida en cinco minutos, toda ella sin cavilaciones. Ahora que te yergues como Nuestra Señora triunfal de las pulsaciones, una pseudo-Babilonia de sudor y gemidos, abrazas la hora más triste de nuestro cuerpo, vendido al diablo por treinta monedas de plata.
Por eso ahora yo te rechazo, te aparto de mí como la cortina de la mañana, y doy la bienvenida a ese sol de justicia incandescente que viene como relámpago, a destronar este juego que se ha establecido cual alfil acorazado. Si, te dejo sin excusa alguna, sin rodeos quiero dar el paso al costado y recomenzar de cero, sin ti, sin heridas, sin más pudores ni ardores, y sobre todo... sin más traiciones.
Tantos te cantaron, oh soberana torpeza incrustada como el cenit de nuestras vidas, en el esfuerzo por llegar a amarte, en aceptarte como se acepta la vida en cinco minutos, toda ella sin cavilaciones. Ahora que te yergues como Nuestra Señora triunfal de las pulsaciones, una pseudo-Babilonia de sudor y gemidos, abrazas la hora más triste de nuestro cuerpo, vendido al diablo por treinta monedas de plata.
Por eso ahora yo te rechazo, te aparto de mí como la cortina de la mañana, y doy la bienvenida a ese sol de justicia incandescente que viene como relámpago, a destronar este juego que se ha establecido cual alfil acorazado. Si, te dejo sin excusa alguna, sin rodeos quiero dar el paso al costado y recomenzar de cero, sin ti, sin heridas, sin más pudores ni ardores, y sobre todo... sin más traiciones.
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