martes, 3 de marzo de 2009

Bike Trip


Que raros suelen ser esos chispazos de deportista que a uno le dan. Onda, 6 de la tarde un día viernes le dices a unos amigos: "¿subamos el Cerro San Cristóbal en bici?", y claro que ellos aceptan, porque aparte de ser los incondicionales, son amantes del pedaleo y las 2 ruedas. Entonces te lanzas a las 8:30 de la mañana del otro día desde tu casa (Peñalolén), hasta llegar a la entrada al cerro por Pío Nono, luego de 40 minutos de ride por las calles de Santiago. Ante la entrada tan empinada del cerro entonces te preguntas, ¿que diablos hago aquí? si no eres ni deportista, no tienes condición física, andas en bici una vez a las mil, y ahora que te dio el chispazo te agrandaste, intentando ser de las ligas mayores. Por la chucha.
Más encima cometes el damn error de tener el cambio de la bici en medio, cuando tenías que haberlo bajado a lo más liviano para bancarte la subida, lo que hace la primera curva un infierno palpable en tus muslos. Muy bien Robertito.
Bueno, subes de a poco pero lo haces, dando gracias a Dios por los momentos en que la calle se pone recta, porque significa un descanso a tus aquejadas piernas, y así te das cuenta que no vas solo con tus amigos, sino que caleta de gente sube el cerro a esa hora, tanto a pata como en bike. Incluso, es tan así que ya viene gente de vuelta, a toda raja bajando y gozando el pique, y así mismo vienen pelotudos poco precavidos que se te cruzan en la vía, y te tienes que correr para el lado para evitarlo, pero justamente viene tu amigo, y la única solución es soltar la cleta e irse de una al pavimento, con su rica sacada de cresta que te deja la rodilla para las gónadas. Nice going.
Arriba, arriba, que el cerro no se sube solo.
Sigues subiendo con la pierna a medio sangrar y comenzando a doler de a poco, pero te la aguantas y sigues pedaleando (haciendo paradas intermedias para restañarte la sangre), hasta que al final das con el tope del cerro, sintiéndote satisfecho con el esfuerzo, sacando fotos al mérito y observando la capa de óxido que se cierne sobre tu linda ciudad en este día soleado. Ahh, nada como una gran bocanada de smog por la mañana.
10 minutos de descanso gozando el esfuerzo, recuperando fuerzas, y de nuevo al camino, pero esta vez más ligero y casi sin pedalear por la bajada, una experiencia a toda raja que definitivamente vale la pena. Bajando esta vez por el lado de Pedro de Valdivia (sin la menor idea de cual fue la desviación en la ruta para salir por ahí), haciendo una parada en el hermoso Parque Japonés - mira que tener el parque en la mitad del cerro, cuando podría estar situado a nivel de ciudad como el Forestal - con flores de loto, sus construcciones y rueda de molino, y de ahí el descenso hasta al final, don't stop baby.
Cuando crees que llego la hora de ir a casa, salta uno de tus amigos y dice: "¿Vamos a Camino El Alba? si de aquí la hacemos cortita por Pocuro para arriba". Tu le crees y maldición, otro maaaanso pique hasta lo que es el infinito y más allá (ok, exagero... pero a esa altura y en las condiciones...), aunque la gozas a full, porque a pesar de que vayas en subida, nunca llegando al lugar, cagao de hambre y con las piernas hechas bolsa, pasas por lugares hermosos que no tenías idea que existían en esta grande y extensa masa de concreto, lo cual se hace memorable en esos momentos de placer masoquista.
En fin... llegas al lugar y más flash para recordar el momento, viendo cerros con nieve en verano - como estará de lejos la cosa -, esa meta que se supone que lograrías solo con preparación física suficiente y mucho aguante. Bueeh, al parecer el aguante te valió por la condición física. Luego el regreso a casa, regreso a la cotidianeidad hogareña, regreso a tu condición de ser humano no-deportista... Stop.

No hay comentarios.:

Al Dolor de Mi Gente