Corto cuatro jazmines
de la planta que me regaló
mi amigo.
Lleno de agua clara
una vasija de barro que,
muerta de sueño,
sorprendí en la alacena.
Me quedo viendo, encadenado a la fragancia,
la inconcebible explosión
del blanco sobre el verde
flotando, abandonada,
por el diminuto mar
de exacta calma.
Pero no,
al fin descubro un tenue latido
en el velo transparente.
Mis brazos, apoyados en la mesa
en la que escribo,
le transmiten el ritmo
de mi sangre.
Y así entiendo:
Yo también soy recipiente
de barro
lleno de agua destinada a secarse
alguna vez.
Mi flor aún se está abriendo.
miércoles, 14 de julio de 2010
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1 comentario:
Pedro,dulce sensibilidad...siempre...
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